No importa qué tan buena sea tu idea, qué tan rentable sea tu oportunidad de mercado o qué tan brillantes sean tus habilidades de negocios. Los emprendedores necesitamos redes que nos sostengan, nos impulsen y nos ayuden a abrirnos paso en el mundo. En un entorno cada vez más cambiante, pensarse en red es un mandato.
Es mejor trabajar en equipo, siempre. Y ese equipo no está integrado solo por nuestros empleados o socios, sino también por los proveedores, los clientes y hasta los competidores con los que tenemos un desafío en común. Hoy, el verdadero liderazgo requiere una visión más amplia, apertura y generosidad.
Como explican Reid Hoffman y Ben Casnocha en el libro El mejor negocio eres tú, “las personas son una fuente fundamental de recursos, oportunidades e información”.
Las personas también actúan como guardianes de nuestros proyectos. Es que nuestras relaciones más sólidas pueden ser los mejores promotores de nuestros productos o servicios, y acercarnos un salvavidas en momentos críticos.
Por último, las relaciones son importantes porque las personas con las que ocupas la mayor parte de tu tiempo moldean quién eres y en quién te convertirás. Aquí está, quizá, el beneficio más grande de pensarse en red.
Qué palabra tan gastada es “liderar”. La escuchamos tantas veces que ya empieza a perder sentido. Sobre todo cuando está asociada a la jerarquía, a alguien que ocupa una posición alta en una empresa o en un sector y desde ahí le indica a los demás qué tienen que hacer.
Hablar de liderar también hace ruido cuando está conectado más a una pose que a una vocación auténtica por conectar y contribuir al bien de los otros. Basta con entrar en cualquier red social y cruzarse con las publicaciones de “líderes” que en realidad no pasan del postureo y la autopromoción.
Vivimos en una cultura obsesionada con el mito del héroe, del “rockstar”, del “crack”.
En un mundo complejo y desordenado, esas historias irreales nos tranquilizan porque nos acercan a la idea de lo simple, de lo instantáneo.
En general, estas historias "explican" (y sí, uso comillas) el éxito de una persona por sus atributos individuales. Pero dejan de lado datos clave sobre su contexto, sus ventajas y, lo más importante, la ayuda que recibieron de otros. Faltan los actores de reparto.
Liderar no es tener gente a cargo, o asegurarse la atención pública. Liderar es, ante todo, asumirse como protagonista del propio destino, hacerse responsable de impulsar todos los días nuestros proyectos y tener un impacto positivo en la vida de otros.
Entonces, ¿cómo pensarse en red? Empieza por mirar a tu alrededor. ¿Quiénes son las personas que hoy están relacionadas con el éxito de tu proyecto? ¿Qué potenciales aliados no saben aún nada de él y necesitas subir a tu barco? ¿Quiénes son o pueden ser un obstáculo para tus planes?
Puedes hacer listas, relacionadas con la propuesta comercial de tu negocio, sus áreas críticas o sus retos actuales. Keith Ferrazzi, uno de los expertos en networking más reconocidos del mundo, clasifica a sus contactos según la frecuencia con la que se comunica con ellos.
Así, divide su agenda en cinco categorías:
También resulta muy práctico dibujar la red de tu proyecto. Y usar varios colores para diferenciar los vínculos que hoy están funcionando bien, los que necesitas mejorar y los que tienes que generar.
Al escanear tu sistema de contactos de forma radial es probable que descubras posibles aliados y resistencias que hasta ahora no habías visto.
En el dar está el recibir. Cuando hagas un nuevo contacto, o inicies una conversación con un potencial cliente, mira siempre más allá. No te enfoques en tu beneficio inmediato sino en cómo vas a impactar en el otro y, al final, fortalecer tu red.
En resumen, al conocer a una nueva persona deja de preguntarte inmediatamente “¿Qué puede hacer por mí?” y piensa en cambio “¿Qué podemos hacer por nosotros?”. De eso se trata pensarse en red.
¡Hola! Soy Laura Suárez Samper. Periodista, editora y experta en marketing de autoridad para emprendedores y escritores.
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